09 marzo, 2007

Costumbres...

Habitualmente los comensales, no entregan el salero (pote que contiene a la sal), en la mano de quien lo requiere. Porqué?.
Muchos lo sabrán, pero vale la pena recordar la razón de dicha actitud, como una forma más de demostrar la fuerza de la costumbre, que en el derecho es tan importante.
Todos sabemos que la sal es un mineral (el único mineral comestible), y que es indispensable en la dieta del ser humano. Da sabor, conserva los alimentos, se utiliza como medicamento, etc.
Privilegiado era pues, quien la poseyera en al antigüedad.
La humanidad desde siempre luchó por poseer "sal", hasta existieron guerras por su apropiación.
Tal era su importancia que tenía casi un valor sagrado y lleno de simbolismos (recordemos la mujer de Lot convertida en estatua de sal). A los recien nacidos se les ponía un grano de sal para purificarlos y augurarles sabiduría.
Es, entonces, símbolo de conservación , pureza y sabiduría.
También de hospitalidad y solidaridad "a nadie se le niega el pan y la sal..."
Pero tiene un valor fundamentalmente económico, pues fue durante muchísimo tiempo moneda de cambio .
El término salario que deriva del latín salarium, obviamente hace alusiòn a la sal, y mas precisamente a la cantidad de sal que se le otorgaba a cada legionario romano para poder conservar sus alimentos en las largas campañas del Imperio. Al sustituirse este puñado de sal, por monedas que representaban su valor, esto recibió el nombre de salario.
Cabe agregar, también, que los supersticiosos le dan mucha importancia , pues se preocupan cuando se les derrama la sal, en la creeencia que sobrevendrán catástrofes, y tratan de evitarlo tirando tres puñados de sal por detrás del hombro izquierdo para ahuyentar la mala suerte.
Hecho este introito vayamos al porque de la costumbre mencionada al inicio de este artículo.
La razón de no entregar el salero en mano de quien lo pide , tiene su origen en el salario romano, dado que, al entregarse el puñado de sal en bolsitas al legionario o a quien lo recibiera, podría romperse la misma o perderse algunos gramos de sal, con lo cual el precio que se pagaba variaba sutancialmente.
Para evitarlo y no provocar conflictos entre las partes, aquel que debía pagar con sal, lo depositaba en una mesa, con lo cual nadie podía reclamarle por un pago menor.Si se le rompía él era el responsable de la pérdida.
A su vez quien lo recibía asumía el riesgo de tomarla, sin perder un sólo gramo, siendo su responsabilidad a partir del momento en que la retiraba de la mesa.
Esta costumbre perdura en la actualidad entre los comensales que al pasarse el pote de sal lo depositan en la mesa para que lo tome quien lo pidió.
Nada que ver con la mala suerte.
En realidad, como casi todo, tiene un trasfondo económico.
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Rodolfo 3-07